jueves, 23 de octubre de 2008

ASESINOS CON CONCIENCIA Y CORAZÓN





“Escondidos en Brujas” muestra otra faceta de los asesinos a sueldo de la gran pantalla, la variante humana de los mismos. Este film, bizarro y curioso, se detiene un instante en la vida de dos hampones cuando éstos son enviados a pasear, como turistas, por su jefe a Brujas, una ciudad de ensueños. Uno de ellos está enamorado de la belleza del lugar y el otro lo detesta porque no le recuerda en nada a su perfecta Irlanda natal. Los gansters se encuentran allí circunstancialmente en una misión que, en apariencia, no tenía relación con los habituales trabajos realizados por mandato. Fueron enviados por “el capo” a descansar y disfrutar de la ciudad medieval para reflexionar sobre “un infortunado error” cometido en su último encargo.
El tiempo se detendrá durante el lapso al que son obligados Ray y Ken (Colin Farrell y Brendan Gleeson), los personajes centrales del film a permanecer en Brujas, y la ciudad se convertirá en un espacio onírico, como una especie de villa bucólica donde los rufianes deberán hacer examen de conciencia antes de retornar a tareas habituales.

A medio camino entre el thriller, la comedia negra y la tragedia inglesa, la quimérica propuesta de Martin MacDonagh logra: gracias a una infalible ingenuidad, a una esforzada construcción de personajes de insólita idiosincrasia y al deleite por diálogos agudos y directos, con un dejo de cierta ironía, darle consistencia a un filme que de otro modo podría ser presa fácil del olvido, salvo por Brujas.
Y es en el inquieto derrotero moral de los asesinos donde reside el origen de esta interesante película, que busca la complicidad del espectador para justificar el móvil de los asesinos, y no los asesinatos.
Para McDonagh el mundo del hampa es de un solo color, el negro de la muerte, y sus criaturas no escapan a ese mandato, pero a la vez ellas muestran caracteres de increíble humanidad, con elementos afectivos y sentimentales que no son posibles de esperar de individuos de ese calibre. Para marcar aún más la deferencia entre el mundo de los bandidos y el de las personas comunes aplica el humor negro más tajante y al instante una ternura envolvente que deja bien plantados y sin juicio adverso a los maleantes.
Con secuencias muy surrealistas como la grotesca conversación en el restaurante entre Chloë (Clémence Poésy) y Ray y la delirante noche de drogas en la que participan éste, Ken y Jimmy (Jordan Prentice), el enano actor americano, o el desfile de actores medievales en la plaza para comenzar la filmación de un comercial o una película, no se sabe bien que, o el cameo de Ciarán Hinds como el cura asesinado, o la irrupción del jefe ( Ralph Fiennes) en una transacción de armas con Yuri (Eric Gordon), un mafioso ruso.
Si en cierto modo la película es más bien un paseo turístico por la maravillosa ciudad de Brujas, fundada en el siglo XIII y conservada hasta la actualidad como si no hubieran existido guerras ni debacles económicas mundiales, un sitio rodeado por gárgolas y monstruos, canales y balcones floridos, donde la crueldad se esconde tras una cara bonita y la sociedad se con el mundo grotesco de El Bosco y el claro oscuro de la pintura flamenca.
En ese sentido el director, Martin McDonagh, reconocido dramaturgo, se las ingenió para combinar turismo con originalidad estilística en un guión que apuntó no solo a entretener o divertir. La historia no deja de ser una tragedia encubierta por un sencillo argumento. Detrás de los tres mafiosos, la drogadicta, el enano, los rusos y un “skinhead” existe un estudio prolijo de caracteres, sobre todo en el de los protagonistas cuyo complejo de culpa los obliga a realizar, a través de un complejo discurso, reflexiones sobre la ineficacia de la impiedad y la ferocidad de la violencia.

La influencia de Guy Ritchie , Quentin Tarantino, Scorsese y el clasicismo de Coppola (Godfather1980 - Boton Club-1984), sin olvidar a John Huston (El Halcón Maltés-1941) o Howard Hawks (“The big sleep” sobre la novela de Raymosd Chandler con guión de William Faulkner – 1946) o “ Touch of Evil -Sed de mal” de Orson Welles. 1958) dejan entrever la capacidad del director para construir situaciones que, sin ser semejantes a esos magníficos filmes, poseen en común la movilidad de sus personajes en situaciones tragicómico surrealismo.
Y en ese maravillo escenario en el cual se entrelazan la historia real de una ciudad de cuento de hadas, con la cotidianeidad de los dos matones (excelentemente interpretados por Brendan Gleeson y Colin Farrell ), la droga y el submundo gansteril de mafias diversas, en donde se juega la vida de uno de ellos o la de todos pues el código de honor del hampa así lo exige. Y hasta el jefe, Ralph Fiennes, un cruel y despiadado hombre, sin escrúpulos y capaz de combinar afecto familiar, elegancia y un vocabulario saturado de groserías, sucumbe ante el trágico destino deparado por el Hades. La breve interpretación de Fiennes es de antología ya que por momentos puede acercarse al cliché y gracias a la buena marcación del director que no le permite el desborde y consigue con astucia mantenerlo sobre la linde de la sobreactuación, con un resultado perturbador.

“In Bruges” o “Escondidos en Brujas” es dudas una película fuera de lo común, con temas recurrentes en la historia de la humanidad: muerte, amor, odio, venganza, etc…, pero representados de forma súper original. De este modo, Martin McDonagh ingresa a la galería de los realizadores de cine negro por todo lo alto mediante una propuesta honesta y creativa, con un sello excepcional y propio.******************* Beatriz Iacoviello

miércoles, 22 de octubre de 2008

“Appaloosa”, Un western de clase A

“Appaloosa” (Entre la vida y la muerte) es, hasta este momento, la última versión del western filmado en el siglo XXI es el segundo filme de Ed Harris (Pollock), basado en la novela de Robert B. Parker. Existió otro filme titulado “The Appaloosa” dirigida por Sidney J.Furie en 1966, con Marlon Brando y John Saxon, pero basada en la novela de Robert MacLeod, la historia semejante, pero con personajes muy disimiles y la curiosidad de que Emilio “Indio” Fernández era otro de los protagonistas. Es como si hubiera existido una historia con base real de la cual cada novelista adaptó lo que le interesaba.

Peckinpah fue el último gran realizador de westerns, antes de que Clint Eastwood lo sucediera al entrar, por la puerta grande en el libro de los clásicos, con “Unforgiven” (Sin perdón, 1992), Ed Harris en este siglo también intenta seguir ese camino e ingresa al género para imponer en él un sello propio.

En “Appaloosa” , Harris, aborda la temática del retrato de una sociedad (no hay mejor espejo que volver al pasado para reflejar el presente) que muestra lo peor de sí misma. Por lo tanto la violencia física, la justicia por propia mano y el no valor de la vida es el “leiv motiv” del director para realizar el retrato de una sociedad sometida a una destrucción interna, con héroes que no son portadores de una moral irreprochable y dispuestos a todo con tal que conseguir que su justicia prevalezca.

El paisaje también juega un rol importante en “Appaloosa”, la cámara de Harris extrajo lo peor de cada lugar, desde un pueblo polvoriento y ralo, hasta el deslucido rancho de Randall Bragg (Jeremy Irons, su mirada congelada, mezclada con el frío de su helada voz, hace de él uno de los malditos más memorables del año), pero sobre todo su visión esta puesta en el horizonte cuya exuberancia de espacio asfixia al espectador y en ella los personajes son seres marginales, desfijados, desclasados y parias del destino. Pero, cuando atraviesan la puerta de la cantina, hotel o pseudo proyecto de casa hacia el espacio interior, éste los centra y los refugia en los rincones, la seguridad es una pared, el tiempo se detiene. Harris da de este modo una lección de soledad, dentro de una atmósfera de sombrío estoicismo y agudo humor.

El espectador sentirá que realmente está en el oeste por los pequeños detalles como las tormentas de arena, la presencia de los indios y los diferentes tipos de caballos, armas de fuego.

La trama de “Appaloosa” es la sencilla confrontación entre bandas rivales, no hay ni malos ni buenos sino hombres que defienden sus negocios (como en la actualidad). En ella dos “lawmen”, hombres de ley de alquiler Virgil Cole (Ed Harris, de rostro duro e inflexible, con retaceos en sus movimientos corporal y gestual, realiza por otra parte un trabajo excepcional en su cuádruple rol de actor, productor, director y guionista) y su compañero, Everett Hitch (magnífico Viggo Mortensen, mezcla de cowboy y espadachín, cuyo rendimiento reside casi completamente en sus ojos, con un delimitado registro gestual con matices de sorpresa, sospecha y picardía), se ganan la vida imponiendo el imperio de sus armas en las zonas fronterizas como Appaloosa en el territorio de New México. En ella no falta el triangulo amoroso protagonizado por Allison French una viuda llegada no se sabe bien de donde (una insípida Renée Zellweger), cuyas tácticas poco convencionales amenazan con destruir lo que ha logrado el dúo justiciero, décadas de amistad y cierta paz en el pueblo minero.

El aspecto más subversivo de “Appaloosa” es el escaso diálogo y el silencio que ronda en casi todo el filme, como también la forma de mostrar el sexo muy a la manera de los antiguos westerns, en que la censura del momento imponía para las mujeres una receta especial en las escenas eróticas.

Appaloosa ambientado en 1882 no es sólo un filme que vale la pena por su estética en la maravillosa reconstrucción época y tratamiento de la imagen, sino por todo lo que deja ver entre líneas, o por decirlo en términos más semióticos por el meta mensaje implícito, sobre interesantes temas políticos: lo que significa una política de privatización en el aparato de su justicia y seguridad, la relación entre la justicia y la fuerza, entre los intereses de unos pocos y el sometimiento a ellos de todos, la relación con las armas que hasta el presente mantiene el pueblo de los Estados Unidos, y otros que producirían una extensa y compleja lista de enumerar.

Appaloosa es una película en la que el espectador es atrapado en una telaraña que teje desde el comienzo con las primeras imágenes el director y en la que no falta el famoso duelo del western que en éste caso carece de grandes expectativas, transcurre en el plazo de un minuto y a la velocidad del rayo, tal como deben haber sido en la realidad del oeste, ya que esos hombre no le preguntaban al otro si estaba listo para empezar, sabían tirar y lo hacían muy bien.

Appaloosa refleja la mirada irónica y la crítica férrea de Ed Harris, al contextuarla entre los límites de un sistema sin escrúpulos y colocar en escena a personajes de carne y hueso, con luces y sombras, y extrema violencia, capaces en medio de ella de amar, como así también su sutileza al no permitir caídas de ritmo, ni desvíos en la historia que conserva toda su fuerza durante casi dos horas. Al no utilizar efectos especiales logra que la música sea reemplazante de los mismos, a la vez que sus melancólicas tonalidades permiten alcanzar en el filme momentos de sincera emoción. ****** Beatriz Iacoviello

Notas

Novela del oeste

La novela del oeste o western (Wikipedia) es un género literario popular o de consumo que se ambienta generalmente en el siglo XIX y en los Estados Unidos de América, durante el periodo de expansión de esta nación hacia el far test (lejano oeste). Sus personajes característicos son el sheriff, los vaqueros, el bandido o forajido pistolero, el tahúr, el hacendado ganadero de ovejas o reses, los indios, los mexicanos, los militares sudistas o nordistas, los buscadores de oro, los rancheros, los predicadores, las chicas alegres del Salón y todos los tópicos fraguados por el creador del género, el escritor costumbrista del realismo estadounidense Francis Bret Harte. Por lo general, la novela del oeste intenta ejemplificar la ideología del " del destino manifiesto" y no va más allá, ya que su intención fundamental es entretener como suele ocurrir en la novela de aventuras de la que es uno de los más importantes subgéneros.

Sin embargo algunos críticos piensan que este género literario sólo sirve como origen y alimento de un género cinematográfico superior; el cine lo amplifica y se lo apropia otorgándole una mayor dignidad, mientras que el western literario es regularmente de poca calidad en comparación con su versión cinematográfica, que alcanza grandes cuotas de arte.

En el siglo XX el género se puso de moda con la novela The Virginian (El virginiano), de Owen Wister (1902), y luego lo han cultivado con éxito los norteamericanos Zane Grey, Robert E. Howard, Louis L'Amour, Richard S. Wheeler, Sherman Alexie, Tony Hillerman, Jack Shaefer, Michael Chabon y quienes escriben bajo el seudónimo de Max Brand, Tod Hunter o Dan Wilder; también el alemán Karl May. Los españoles Marcial Lafuente Estefanía e hijos, José Mallorquí, creador de El Coyote, Francisco González Ledesma, que escribía con el seudónimo de Silver Kane y cuya primera novela Sombras Viejas (1948) no sólo ganó premios, sino comentarios positivos de escritores como Somerset Maugham, pese a lo cual fue víctima de la censura franquista y tuvo que utilizar seudónimo; Francisco Javier Miguel Gómez, que escribió con el seudónimo de Lem Ryan, Antonio Vera Ramírez, que para este género utilizó el pseudónimo de Lou Carrigan, el periodista republicano Eduardo de Guzmán, más conocido como Edward Goodman, Joaquín Ruiz Catarineu, Jack Logan; José López García, Adam Surray; Miguel Lavios Angulo, Sam Fletcher; Andrés Castillejos Osuna, Andrews Castle; Juan Losada Martín, John L. Martyn; Luis Rodríguez Aroca, Louis Rock o Lewis Haroc; Alfonso Manzanares, Alf Manz; Félix Martínez Orejón, Fel Marty; José Moreno García, Joe Mogar; Jesús Navarro Carrión-Cervera, Jess McCarr; Miguel María Astrín Bada, Mikky Roberts; Pedro Guirao Hernández, Peter Capra, etcétera.

El western

Es uno de los géneros cinematográficos que alcanzó su auge en los 50´. La palabra "western", proviene de un adjetivo derivado de "west" ("oeste"), se sustantivó para hacer referencia a las películas que tocaban ese tema. En castellano, "western" es un anglicismo, y no existe ninguna otra voz para hacer referencia al concepto que representa, por lo que habitualmente se usa la expresión "película del oeste" o "película de vaqueros".

Con el western Estados Unidos escribió su propia épica cinematográfica, con una iconografía característica (sombrero tejano, pistolas, chalecos, caballos, desierto, ciudades de una sola calle, salón, juego, ranchos, diligencias, indios..., pero sobre todo persecuciones y duelos). Hay muchos tipos de westerns, desde los musicales como Siete novias para siete hermanos o La leyenda de la ciudad sin nombre, pero en todos se suele subrayar la raíz histórica de relatos que, con la conquista del Oeste, la lucha por la tierra, los pioneros, el establecimiento de la ley y la justicia, los límites y fronteras... han creado una narración legendaria de la fundación del país y de los héroes que encarnan los valores de esa nación.

El padre del western cinematográfico fue Edwin S. Porter, quien, en 1903 realizó Asalto y robo de un tren. El principal director del género es sin duda John Ford, con obras como Wagon Master” (La Diligencia, 1950), “The man who shot Liberty Balance” (El hombre que mató a Liberty Balance 1962), Río Grande, 1950”, etcétera, pero no le van a la zaga Howard Hawks con sus ríos (Río Rojo, 1948, Río Bravo, 1959, Río Lobo. 1970...); William Wellman (Westward the women - Caravana de mujeres, 1951); Bud Boetticher (Comanche Station,1960); Robert Aldrich (Vera Cruz, 1954), Anthony Mann (Winchester 73´, 1950) así como directores que se acercaron ocasionalmente al género, como Raoul Walsh (They Died With Their Boots On -Murieron con las botas puestas, 1941); Fred Zinnemann, con “A la hora señalada (High Noon, 1952); Nicholas Ray (Johnny Guitar-1954); Delmer Daves (Broken Arrow- Flecha rota, 1950, 3:10 to Yuma, 1957); King Vidor (Duel in the sum -Duelo al sol, 1946); etc.

El género posee también sus subgéneros, como el llamado Western Crepuscular , con autores como Clint Eastwood (“Unforgiven”, Sin perdón, 1992) o el spaghetti western, cuyo más señalado director fue Sergio Leone (Per un pugno di dollari 1964, Per qualche dollaro in piú- 1965, Buono, il brutto, il catiivo- 1966, C´era una volta il west- 1968). Por otra parte, algunos actores se especializaron en el género, como Randolph Scott, John Wayne, James Stewart.

Por otra luego de cierto ocaso parece que el western hubiera resurgido con mayor vigor, los filmes realizados en los 90´y los de esta década así lo atestiguan: “Dances with Wolves” (Danza con lobos-1990, ganadora de 7 Oscar) de Kevin Costner , “Tombstone” (1993) de George P. Cosmatos, Wyatt Earp (1994) de Lawrence Kasdan; “Maverick” (1994) de Richar Donner, “3;10 a Yuma” de James Mangold -2007, o “The Assassination of Jesse James by the Coward Robert Ford- 2007” de Andrew Dominik, muestran la nueva cara del western, con mayor cuidado en la imagen, efectos especiales más sofisticados, pero siempre con el mismo sendero polvoriento, pueblos a medio construir y un espacio común: la inmensidad.

Si nos preguntáramos por qué en este momento vuelve a resurgir un género prácticamente olvidado, la respuesta sería por entretenimiento, pero tal no sea así. El western apareció en medio de la Segunda Guerra Mundial, cuando había que hacer resaltar valores de valentía y coraje, para predisponer a un país a ser vencedor en la guerra. Nada mejor para instalar en millones de americanos el concepto de que los temerarios héroes del celuloide que esgrimiendo sus pistolas o fusiles, vencedores de indios, usurpadores y malvados, los salvarían un terrible enemigo: el nazismo.

En los años 50, momento en que se crean la mayor parte de los tópicos y clichés que se suele asociar mentalmente al Far West, sigue una transformación radical del género en los años 60 a la luz de los cambios en la moral y la ideología de la época, momento en el que, por ejemplo, Custer pasó de héroe novelesco a genocida y Billy The Kid de bandido magnánimo a rebelde sin causa. El género con el tiempo entra en una pendiente difícil de remontar en la que los directores se replantean los postulados clásicos situando ahora a los pistoleros de siempre ante un mundo consumista que los dejó sin sitio a partir de mediados del s. XX, todo lo cual se puede ver en obras como " The Wild Bunch”, de Sam Peckinpah (1969) o “Butch Cassidy and the Sundance Kid” de George Roy Hill (1969).

En la actualidad existen otras guerras ligadas al fanatismo religioso que no dejan de ser menos peligrosas que aquellas de la primera y cuarta década del siglo XX. Y, por lo tanto otra vez hay que apelar al coraje y valor de esos hombres (de ficción) que aún siendo bandidos poseen una moral y códigos que permiten respaldarse en ellos para otra vez construir una nación.