lunes, 21 de enero de 2008

Película: "A las 5 de la tarde" (En DVD)


Publicada en El Rincón del cinefilo-Enero 2008

Un cielo azul sangre

Título original: “Panj é asr”, Itán Francia, 2003, hablada en dari, con subtitulado en español. Realización: Samira Makhmalbaf, Producción: Mohsen Makhmalbaf. Guión: Samira Makhmalbaf., basado en un cuento de Mohsen Makhmalbaf. Fotografía: Ebrahim Ghafori y Samira Makhmalbaf. Música: Mohammad Reza Darvishi, basada en música tradicional afgani. Sonido: Behrooz Shahamat, Farak Fadaee. Compaginación: Mohsen Makhamalbaf. Intérpretes: Agheleh Rezaie (Nogreh), Abdolgaru Yousefrazi (Padre), Razi Mohebi (Poeta), Marzieh Amiri (Leylomah), Gholamjan Gardel, Halimeh Adbolrahman, Bibigol Asef, Jerom Kazagh, Mina Asis, Vakileh Govah. Estreno en la Argentina: 06 de diciembre de 2007, presentado por 791 Cine, en D V D. Duración: 105. S/M.13 años.


Tener un padre famoso como Mohsen Makmalbaf, que escribió más de 30 guiones y dirigió alrededor de 20 películas siempre es un incentivo para retar la propia historia. En esa competencia Samira Makhmalbaf, con menos de treinta años y filmadas tres películas y un corto: “Sib-La manzana” (1996), “Takhté siah, La Pizarra” (2000), “11'09'01 - September 11” (2002) (segmento "God, Construction and Destruction") y en 2003, (”Panj é asr”) “A las 5 de la tarde”, y con otra en preparación que se estrenará en 2008: Two-Legged Horse” (2008), se perfila como una realizadora de gran talento que no tiene miedo de pedir ayuda a su progenitor y lo vincula a su proyecto como guionista, productor y compaginador.
En el filme “A las 5 de la tarde”, la talentosa guionista y directora iraní se basa en un cuento original de su padre, para realizar un lapidario retrato sobre las contradicciones entre tradición y modernidad y, especialmente, entre las viejas y las nuevas generaciones afganas sintetizadas en este caso en la relación padre-hija, hombre –mujer, suegro-nuera, individuo- sociedad. La acción se sitúa en el Afganistán medieval de principios del siglo XXI. Samira deliberadamente busca una impronta de tono realista para iniciar la obra y mostrar la odisea cotidiana de la protagonista, Nogreh, una joven que debe esforzarse en conseguir a diario agua y alimentos para su padre, su cuñada (que espera noticias de un esposo que no se sabe donde está) y su agonizante bebé.
Hija de un hombre fanático que lamenta la pérdida de valores en la sociedad post talibán, Nogreh desea un cambio en su país, un cambio que no sólo permita la democracia si no que permita la igualdad entre sexos e, incluso, la oportunidad de que una mujer alcance la presidencia del país. Nogreh, sueña despierta en un Kabul directamente emparentado con el Berlín de “Germannia, anno zero” (“Alemania año cero”) de Roberto Rossellini (1947).
Noqreh, es una joven semianalfabeta, que rompe con las consignas establecidas por la religión y desobedece a su padre, típico exponente del extremismo talibán, y concurre en secreto a una escuela laica de Kabul, para lo cual escapa furtivamente de la mezquita y en la puerta levanta el velo de su “burka”, descubre su rostro, se coloca zapatos blancos de tacón alto. Los zapatos, de hecho bastantes deslucidos y no aptos para caminar a través de las ruinas, tienen el fuerte significado simbólico de su femineidad rebelada.
Ante una consulta general de una maestra a las alumnas, y en medio del asombro de sus compañeras, asegura que quiere ser la primera mujer presidenta de Afganistán. A partir de esa ingenua y a la vez maliciosa pregunta comienza a desarrollarse la historia de la joven, sus ilusiones y su encuentro con un refugiado paquistaní, el "poeta" (cuyos hermanos han sido simbólicamente asesinados en las guerras civiles y las potencias invasoras) quien, admirador de su fuerza y vehemencia, entablará amistad con ella y la acompañará en su deseo utópico de prepararse para la presidencia. Será este mismo poeta quien hará referencia, al “Llanto por la muerte de Sánchez Mejías” y, específicamente, a los versos que citan la funesta hora de las cinco de la tarde, tiempo en que Nogreh debe habitualmente enfrentarse a la cruel realidad de la luchar por la supervivencia de la familia.
En Afganistán, como en todos los países que viven en guerra, la realidad es despiadada. No hay margen para los sueños ni para las esperanzas. Negando la muerte del hijo a las mujeres, sin poder enfrentar la nueva realidad y los (exiguos) cambios sociales, el padre llevará a su desmembrada familia hacia Kandahar, en un viaje a lo fantasmagórico por un desierto en el que solo encuentran fantasmas que niegan su existencia. Esta familia a la que golpea la muerte dos veces llevándose, además del esposo, al indefenso el bebé, parece desplazarse sin destino por un paisaje cuya vastedad angustia y la irrealidad obsesiona a tal punto que al encontrar a otro ser tan espectral como ellos, que declara que se quedará allí hasta la eternidad, el padre decide quedarse y enviar a las mujeres a seguir buscando sustento bajo ese sol “de las cinco de la tarde”.
La caída del régimen talibán, como la de todos los sistemas dictatoriales, permite conocer apenas la punta del iceberg de lo que ocurrió en esas sociedades, en este caso la afgana, que a pesar de las noticias y los artículos que escriben o escribieron los corresponsales extranjeros siempre lo que se recibe es una verdad a medias. El mundo occidental está muy lejos en pensamiento, tiempo y acciones del oriental: árabes, afganos, iraníes, iraquíes, turcos, libaneses, sirios, etc, por lo tanto desconoce los cánones por los cuales orientan su vida, que en la mayoría de los casos está basado en las enseñanzas del Corán, la Sharia (ley islámica) y en Afganistán por los talibanes.
“A las 5 de la tarde” es una reflexión que oscila entre la reivindicación y conquista apenas incipientes de los derechos de la mujer y la vida sórdida, decepcionada, devastada que poseen millones de refugiados que sobreviven en condiciones infrahumanas a causa de la ignorancia y la pobreza. Tal vez una de las escenas que mejor señala esa la miseria, no sólo material sino también espiritual a la que está sometido el afgano, sea cuando Noqreh ofrece con generosidad una porción de su miserable hueco en la montaña y los otros le roban no sólo el espacio sino hasta el aire que respira. Deben irse de allí (traslada sus pocos enceres para evitar oír música), y encontrar refugio en un avión destartalado, al que sacuden para jugar un grupo de niños, en el que es posible ver una insoslayable metáfora de los vaivenes de esa sociedad.
A pesar de tener algunas secuencias un tanto obvias, aunque lo obvio sea una reafirmación de lo que se desea defender, Makhmalbaf evita el maniqueísmo y lleva al espectador por senderos más cercanos al documental que a la ficción. La elección de intérpretes no profesionales escogidos en las calles de Kabul y de Kandahar, le permite al filme poseer una verosimilitud cercana al cinéma-verité o el neorrealismo italiano. El desprecio a la vida y un culto velado a la muerte mantienen su presencia en toda la realización, y una muy buena elipsis de esa situación son el tema de las minas colocadas en cualquier parte de la ciudad, que cuando estallan sólo queda en el suelo un par de anteojos, los de la compañerita de Noqreh.
Nogreh intenta emular a Benazir Bhutto de Pakistán y a pesar de su ingenuidad política no desiste de sus sueños de ser Presidente de su país algún día. Mientras ensaya su discurso, ayudada por su pretendiente poeta, comprende que la lucha política no sólo son buenas intenciones, sino publicidad y astucia. Una secuencia interesante es el debate de las niñas sobre la situación de la mujer en su país. Pero la película deja caer una mirada de comprensión y piedad hacia el antiguo Afganistán, simbolizado por el padre Nogreh. Él bewails (refugiados y marginales) que "blasfema ha invadido la ciudad" y el mundo que conocía ha dejado de existir, y por eso él siente que al único que puede confiar sus sentimientos es a su burro, que "no conoce nada más que heno".
Samira Makhmalbaf con gran valentía mantiene en cada uno de sus filmes la denuncia sobre el oscurantismo que rodea a determinados sectores de la sociedad árabe (divididos a su vez por los clanes tribales). Especialmente centra su crítica en el talibán que aún mantiene una hegemonía encubierta sobre grupos marginales que no encuentran o no vislumbran un mundo mejor fuera del fanatismo religioso. En ese sentido el mayor acoso a la individualidad y la represión más sostenida la han sufrido las mujeres.
El título de la película está tomado del comienza del poema “Lamento por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías”, de Federico García Lorca, que habla de la agonía y muerte del famoso torero. En Afganistán son siempre las “cinco en punto de la tarde en todos los relojes” porque la muerte está en permanente acecho y un cielo sangre de tragedia acompaña como letanía la cotidianeidad de ese pueblo abandonado a la mano de los hombres y pareciera que lejos de la mirada de Dios. A pesar de ello Samira Makhmalbaf, con su sola actitud creadora, y de finalizar su película de un modo desgarrador, amargo e irrevocable, encuentra el modo de dar a través de su poética visión un nuevo soplo esperanzador a las mujeres no sólo árabes, sino también a las pertenecientes a toda sociedad tribal. (Beatriz Norma Iacoviello).
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