martes, 22 de enero de 2008

Honor de caballería



Publicada en El rincón del cinéfilo Nº 8 -Enero 2008

El tiempo ese tirano del posmodernismo

Título: “Honor de cavallería”. Título original: Idem, España, 206, hablada en catalán, con subtítulos en español. Guión, producción y realización: Albert Serra, sobre un argumento de A. Serra, Jimmy Gimferrer y Montse Triola, a partir de la novela “El ingenioso Hidalgo Don Quixote de la mancha” de Miguel de Cervantes. Fotografía: Christophe Farnarier, Eduard Grau, Marçal Forés, Neus Ollé. Música: Ferrant Font. Sonido: Juan Pons, Jordi Ribas. Dirección artística y diseño de producción: Jimmy Gimferrer. Compaginación: Angel Martín. Intérpretes: Lluís Carbó (Don Quijote), Lluís Serrat (Sancho), Glynn Bruce, Lluís Cardenal, Bartomeu Casellas, Jimmy Gimferrer, Xavier Gratacós, Eliseu Huertas, Enric Juncà, Josep Pagès, Jordi Pau, Rufino Pijoan, Eduard Sancho, Jordi Sancho, Jacob Torres, Albert Pla. Estreno en la Argentina: 25 de octubre de 2007, presentado por 791 Cine. Duración: 110 minutos, ATP.

Honor de cavallería” es una producción de origen catalán que cuenta de manera súper libérrima un pasaje de la vida del Ingenioso Hidalgo “Don Quijote de la Mancha” de Miguel de Cervantes Saavedra. Albert Serra, su realizador, que había rodado un largo previo (“Crespià, la pel·lícula, no la ciutat”, 2004, suerte de musical coral en el que participaban los vecinos de la localidad y que nunca se estrenó comercialmente), lleva a cabo este proyecto, concebido fuera de todo convencionalismo, irreverente, excéntrico, pero a la vez respetuoso de la naturaleza de la novela, que como filólogo hispanista y teórico literario conoce muy bien.

Su realización, hecha con actores no profesionales y escaso presupuesto (400.000 euros), intenta filtrarse el la corriente de directores (Pier Paolo Passolini, Bresson, Ermanno Olmi, Tarkosvki, Sukorov, Yasujiro Ozu, Rossellini, Dreyer) cuyo sello artístico es la economía de recursos, un estilo reflexivo y trascendente, en el cual la percepción del tiempo, es a la vez un importante componente de la causalidad del mundo físico y del mundo social.

“Honor de cavallería” es una road movie, en la que durante casi dos horas sus protagonistas, Quijote y Sancho, circulan con un deambular errático, onírico o tal vez metafísico, por caminos claros, sendas ocultas, y paisajes surrealistas en las estribaciones del Ampurdà, Pirineo catalán. El realizador traslada a la pantalla la esencia del Quijote, que a simple vista pareciera ser la aventura, pero que en realidad es el viaje como búsqueda, como ideal, como utopía. Un viaje en el que se encuentran dos soledades, la de un obsesionado, alucinado, incrédulo y patético gentilhombre, aunque también religioso y místico, que se halla ante el umbral de la muerte y, la de un campesino bonachón que sigue tras los pasos de su señor por admiración, fidelidad y costumbre. Sancho es la sabiduría popular en acción que trata de poner el cable a tierra en el cual don Quijote pueda aferrarse y mantener así un mínimo equilibrio con la realidad. En esta obra, cuyo tratamiento es la languidez, se muestra a un Quijote atrapado en un mundo de ensueño, que no pelea contra molinos de viento, sino con su propio fantasma, y en el que no aparecen Dulcinea, vizcaínos, o moros sino un Sancho que sólo sabe que debe seguir a su amo y servirle dentro de ese mundo en el que realidad y ficción son una misma posibilidad. Los personajes que interpretan Lluis Carbó (Quijote) y Lluis Serrat (Sancho) son el reflejo de esos dos seres sin ambiciones, comunes y corrientes, vulgares, taciturnos y melancólicos.

El Quijote, considerado patrimonio de la humanidad, no sólo relata las aventuras y desventuras de un hombre cuya riqueza personal son los libros de caballería y la locura, sino la vida misma de Cervantes que transcurrió en constantes peregrinaciones por Andalucía como recaudador de abastecimientos e impuestos, Italia, o Argel cautivo de piratas argelinos, y también por prisiones en una de las cuales se cree que concibió su novela.

A semejanza de Cervantes, Serra intenta con su Honor de cavallería realizar su propio viaje interior, por espacios en donde el espectador se topará con su visión sobre universo y los secretos del alma, en los cuales ser y objetos viven a la vez la dialéctica de las alegrías y las penas, de la sencillez y la complejidad, y en los que el ser más desestructurado y disperso conquista su unidad.

El tiempo es el “leiv motif” del filme de Serra en el que no resuenan palabras huecas sino un silencio que deja en el espíritu del espectador una continuidad de pensamiento, o de murmullo, en el que construye un instante mediante sonoridades vacías y a la vez inserta en ese instante numerosas simultaneidades (visiones, paisajes, detalles). Serra destruye el tiempo encadenado y trabaja sobre el tiempo detenido, que es el tiempo que no sigue la medida conocida, sino que fluye con el agua del río, con el viento que pasa a través del follaje. En esta obra el realizador da al espectador la impresión de entrar en un tiempo recurrente, que parece finalizar en instantes ya pasados, pero que continúa en otro que ingresa en el laberíntico mundo de la naturaleza humana y en la creencia de un ser superior.

La estructura no se desarrolla en forma lineal, se anuda, se teje, nudo a nudo. El drama de los personajes no se explica, sino que éstos experimentan la ambivalencia abstracta del ser y del no ser. Gastón Bachelard dice “en las tinieblas ve mejor su propia luz” y eso lo marcó muy bien Serra que coloca a sus persones en un permanente claroscuro. En esas dos unidades de la noche y de la luz, en la sucesión de amaneceres y anocheces se encuentra la doble eternidad del bien y del mal. La noche y la luz no son evocadas por su extensión, su infinito, sino por su unidad. Noche y luz son instantes inmóviles, instantes negros o claros, alegres o tristes, son momentos de intensa introspección.

“Honor de cavallería”, ubicada en el siglo XVI ( si fuera el actual da lo mismo) es una realización de sensaciones, con un tangencial costado esotérico que hace hincapié en los cuatro elementos (tierra, agua, aire y fuego), y que juegan un permanente rol protagónico, de gran religiosidad y profundo ascetismo.

Tal vez un punto cuestionable en el filme es la carencia de guión, pero éste tal y como fue concebido refleja ese deambular sin horizonte de los personajes y su fragmentado diálogo. Se le puede señalar también el montaje disperso, pero como sería posible hacerlo de otra manera si lo que pretende su realizador es poner la pictografía en movimiento. El ritmo violento del cine actual no permite que el público pueda meditar, mejor dicho detenerse a dejar discurrir con libertad sus pensamientos como lo hacen don Quijote y Sancho. En ese sentido “Honor de cavallería” rompe con ese molde establecido en que lo frenético y la acción son lo bueno, contrasta con ellos y sostiene un ritmo que para algunos espectadores parecerá aburrido y no soportará más de media hora de proyección, o tal vez menos.

No obstante el cine como el infierno está poblado de buenas intenciones y este filme las posee en su belleza y lirismo, dados por la propia obstinación del director en recordar a la pintura flamenca, a Francisco de Zurbarán y a un maestro de la luz como Henri Latour, También es una obra de neto corte filosófico en el se hacen presentes reflexiones sobre la naturaleza humana y la creencia en Dios. Es relevante el Discurso de la Edad de Oro (aparece en la II parte de la novela) por la sencillez del tratamiento y manteniendo las instrucciones de Cervantes. “Después que don Quijote hubo bien satisfecho su estómago, tomó un puño de bellotas en la mano y, mirándolas atentamente, soltó la voz a semejantes razones: —Dichosa edad y siglos dichosos aquellos a quien los antiguos pusieron nombre de dorados, y no porque en ellos el oro, que en esta nuestra edad de hierro tanto se estima, se alcanzase en aquella venturosa sin fatiga alguna, sino porque entonces los que en ella vivían ignoraban estas dos palabras de tuyo y mío. Eran en aquella santa edad todas las cosas comunes: a nadie le era necesario para alcanzar su ordinario sustento tomar otro trabajo que alzar la mano y alcanzarle de las robustas encinas, que liberalmente les estaban convidando con su dulce y sazonado fruto. Las claras fuentes y corrientes ríos, en magnífica abundancia, sabrosas y transparentes aguas les ofrecían.”

Esta nueva locura de “Honor de cavallería” no es la de un caballero andante sino de un cineasta que pretende, sobretodo, ser innovador, atrevido, distinto… y también es la gesta de un realizador como Albert Serra que intenta “desfacer entuertos” en un mundo donde el materialismo y la cinematografía comercial son los reyes del mercado. (Beatriz Iacoviello).

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