Retrato de Isabel I (de autor anónimo, hacia 1589), conmemorando la derrota de la armada española (representada en el fondo). Obsérvese el globo terráqueo bajo la mano derecha de la reina, símbolo de su poder mundial
En esta recreación histórica Elizabeth I debe enfrentarse a la traición en el seno de su familia y a sangrientas tentativas de apoderarse de su trono. Elizabeth I es consciente del cambio religioso iniciado en el siglo XVI en Europa, y de la alianza del poderoso rey español Felipe II con su prima María Estuardo, reina de Escocia, para restaurar el catolicismo en Inglaterra.
Más allá de las múltiples y variadas imprecisiones sobre los hechos históricos que posee el filme, consideramos que estos llevan a otra lectura de la realidad mucho más cercana al siglo XX.
A veces para contar la historia actual hay que remitirse a siglos anteriores y creemos que en esta versión lo que se cuenta es la muerte de la princesa Diana, que como María Estuardo (a su modo) habría conspirado contra la corona. Los métodos de cortar cabezas ya no existen, pero siempre hay un modo de realizar un castigo ejemplar y sesgar la vida de alguien. Accidente o no, la muerte de la “Reina de Corazones” será un misterio muy difícil de dilucidar.
Lady Di, a semejanza de María Estuardo, mantenía relaciones con personajes equivocados y éstos aparentemente eran amenaza latente para la corona. La primera se conecta con los árabes y la segunda con los españoles. En ambos casos culturas distintas, religiones diferentes, y siempre un mismo loco afán: la venganza.
La excelente fotografía del buen artesano Remi Adefarasin ( Scoop, Match Point, Emma, u Onegin) crea los climas y el ritmo necesario para por lo menos entretener durante gran parte de la película. Y con pocos recursos conseguir que la batalla contra la Armada Invencible de Felipe II parezca devastadora. Trabajada en elipsis y metáforas el espectador verá el derrumbe un reino con dos simples imágenes: la de tigre del mascarón de proa de la nave de la reina incrustarse en un barco insignia español, y la toma desde el abajo del agua de la panza de un caballo pataleando para sobrevivir. Luego muchas tomas con cámaras girando a 360°, que dará sensación de vértigo y frenesí en la lucha.
En el terreno de las alegorías Kapur recurre a iconografías de la saga artúrica en la que Elizabeth se yergue a un mismo tiempo en Arturo – con su coraza de guerra y su arenga a los soldados – a Ginebra en la contemplación de la victoria, cabello suelto, descalza y en camisón, y fundamentalmente a Epona, la diosa celta de los caballos, de la fertilidad y de la naturaleza, asociada con el agua, la curación y la muerte indistintamente, comparable a, Cibeles. También a la iluminación juega un rol importante en ese terreno mientras el discurso de Felipe II sostiene que el catolicismo es la luz del mundo e Inglaterra la oscuridad, se muestra al universo católico con un predomino de vestimentas y ambientes oscuros y negros, frente a la colorida, luminosa y cálida corte isabelina.
En esta segunda parte de Elizabeth, (la primera (1998) confirió prestigio y un Oscar® a Cate Blanchett), se enfatiza la riqueza del personaje protagónico, y logra que su humanidad prive por sobre el fastuoso contexto que la rodea. Mujer masacrada por los odios y la divinización, vehemente, exaltada, sin tapujos ni máscaras y mucho menos de protocolos, en una composición exquisita que comienza en el guión (para ser precisos comienza en el guión de la original y se ahonda en esta secuela), en la cual Blanchett, alcanza el máximo de su nivel interpretativo. La espléndida ambientación del siglo XVI, no en vano llamado el Siglo de Oro por los españoles, época de Shakespeare y Cervantes, permite ingresar en los acontecimientos históricos, con coherencia y sin moralismo. Poco importan las licencias o recreaciones narrativas que se toman al describir estos acontecimientos, en pos de un mayor efecto dramático, lo que consigue el realizador es crear una atmósfera de intriga y suspenso en la que siempre se verá a los personajes al filo de sus acciones. Clive Owen, como Sir Walter Raleigh, le otorga un cierto “savoir faire” a un personaje que equilibra la trama, y permite hacer surgir a la el lado oscuro de la reina en un triangulo amoroso en que se destaca la belleza de Abbie Cornish como Elizabeth Throckmorton. Quien sin lugar a dudas mantiene su excelencia y capacidad de recrearse a sí mismo en cada filme es Geoffrey Rush, al interpretar de modo impecable una figura clave en la realidad y la ficción: Sir Francis Walsingham
El grupo de los malos que son la contrapartida de esta épica realización, son integristas religiosos que atacan desde dos flancos uno interior –María Estuardo - una Samantha Morton, contenida y convincente en su ancestral odio hacia su monárquica rival – y otro del exterior –Felipe II -, un Jordi Mollà que a pesar de interpretar un estereotipado rey español, logra por momentos convencer de sus ideales religiosos. Dentro de la estructura de los villanos aparece la pequeña infanta Isabel Clara Eugenia, hija de Felipe (Aimee King), como una niña diabólica, que se pasea con una especie de muñeco de vudú de la reina Elizabeth. Y no falta en este friso de réprobos personajes el terrible jesuita católico (Rhys Ifans) un conspirador profesional.
La música de Craig Armstrong (Baz Luhrmann- Romeo + Julieta (1996), Moulin Rouge,( 2001) da ciertos toques de vanguardismo al corte épico de la propuesta de Kapur.
Y a pesar de algunos errores Elizabeth, la edad de oro es un buen relato histórico, con intrigas palaciegas, peripecias emocionales y dudas amorosas de esta superlativa diosa-madre de su pueblo- reina del mito histórico que también oscila entre la realidad y la ficción.********* Beatriz Iacoviello
Critica publicada: El rincón del cinefilo.com.ar
No hay comentarios:
Publicar un comentario