Western urbano: Brillante radiografía de una sociedad decadente
"Gran Torino" de Clint Eastwood, es un western urbano, con un héroe, Walt Kowalski, que un epítome de casi todos los personajes que representó Clint Eastwood alo largo de su carrera. Wlat Kowalski posee el tiempo de "Blondie" (trilogía de los tres "spaguetti westerns" de Sergio Leone .1964 -1965-1966), la dureza de Harry Callahan (Dirty Harry - 1971), la fanfarronería de Bronco Billy (1980), la paciencia de Willams "Bill" Munny (Uniforgiven -1982), la complejidad de NIck Pulovki (The Rookie -1990) y la ternura de Robert Kincaid (The Bridges of Madison Contry -1995). Es como si Clint Eastwood hubiera querido rendir homenaje a sus personajes y además encubiertamente al de Tennessee Willams en "Un tranvía llamado deseo", tomando el apellido de su protagonista Stanly Kowalski, al que maravillosamenteinterpretó Marlon Brando en el filme de Elía Kazan (1951).
Los dos Kowalski, poseen ciertas similitudes. Walt está encuadrado dentro de un temperamento colérico, hosco amargado y algo resentido como todos los veteranos de cualquier guerra posterior a la Segunda Guerra Mundial. Walt peleó en Corea. Stanley, a su vez, es una especie de tigre acorralado, maleducado, agresivo y arrogante. Para ambos el “amor”, en cualquier sentido, es una referencia dentro de un contexto agresivo. Eastwood desde hace años toma este tipo de personajes y los analiza con mirada de sociólogo. Él a través de ellos reflexiona sobre el tema de la violencia, las pandillas, la soledad del hombre rudo o no tanto, y sobre un tipo de personajes con los que se identifica un sector de la juventud: los marginados.
Desde el inicio “Gran Torino” instala a la muerte en su trama. Las primeras secuencias anticipan al espectador la relación del personaje con ella. Al estilo de los mejores werstern en las primeras escenas pone de relieve al héroe y a sus adversarios. Lo coloca sentado en un porche masticando tabaco, bebiendo cerveza, con los pies cruzados, mirando al vacío y la fiel Daisy echada a un costado mirando con indiferencia a su alrededor. Eastwood recarga sus gestos en una especie de caricatura de sí mismo. Esta escena recuerda a otro personaje, Wyatt Earp, encarnado por Henry Fonda en “My Darling Clementine” (1946) dirigida por John Ford, y a William Blake compuesto por Johnny Deep en “Dead Man” (1995), de Jim Jarmusch. Los porches han sido en casi todo el cine norteamericano una referencia a lo trágico, y a una espera cargada de tensión y muerte.
Otro de los temas que ronda el filme es la multiculturalidad racial en referencia, tal vez, a los primeros intentos de acercase a ella como lo hicieron en: “Shadows” (1959) de John Cassavetes, “The blakboard Jungle” (1955) de Richard Brooks o “Porgy and Bess” (1959) de Otto Preminger. Esa multiracialidad en toda la historia de los Estados Unidos ha generado un orden en el cual los blancos van paulatinamente convirtiéndose en minoría.
En “Gran Torino” se dice que ese orden de la América profunda fue alterado. Por eso Eastwood la ambienta en Detroit (la ciudad puerto más grande del estado de Michigan), conocida como centro tradicional del mundo automotriz y una importante fuente de música popular tradicional, para exponer no sólo el deterioro y la quiebra del símbolo del capitalismo, sino para mostrar el cambio de composición del barrio. Para ello utiliza una sucesión de escenas en que se ve los desplazamientos de los descendientes de europeos: franceses, polacos, rusos, rumanos e irlandeses, por los nuevos habitantes: una primera oleada de afroamericanos a los que se le sumaron inmigrantes asiáticos y latinos. Su enojo lo obliga a ofrecer resistencia a la aceptación de que los tiempos cambiaron. Kowalski es un racista de “hueso colorado” que se conecta con el vecindario no-blanco que lo rodea manejando un vocabulario mucho más soez e insultante, que cualquier personaje de sus otros filmes.
El héroe de “Gran Torino” está signado por la intolerancia hacia sus vecinos asiáticos con los que comparte un maltratado jardín, pero tampoco la tiene con sus hijos a los que también desprecia, ellos no se preocupan por acercarse y cuando lo hacen sus gestos son erróneos, como traerle un teléfono con números súper grandes. El afecto llega poco a poco a este personaje en un arco de progresión que va de menos a más, y eso lo consigue su extrovertida vecinita “hmong”, Sue (Ahney Her) y su tímido hermanito, Thao (Bee Vang). A pesar de su resistencia Kowalski comprende que con ellos puede existir un cambio y por lo tanto merecen ser ayudados. Al aceptarlos se convierte en un padre adoptivo que les brinda protección, les brinda su casa y les permite compartir en sus más preciados tesoros.
Amparado en la escuela del “old fashion” (simbolizadas en su magnífico Gran Torino y en su rifle M1 Garand) y cargando la culpa de matar en la guerra, el protagonista de “Gran Torino” con amargura le dice a su vecinito asiático, mientras le muestra sus tesoros: ¿quieres saber lo que se siente al matar a un hombre? Es horrible y la única cosa peor es que te den una “medalla de honor” por matar a un tipo que sólo quiere vivir”. Pero las balas ya no le ayudan en esta nueva y cambiante América, por el contrario le sirven para transformarse en un fantasma en vida como en “Pale Ride” (1985) y se refugia en su casa –fuerte con bandera al frente incluida. Clint- Walt se mira al espejo y comprende que el tiempo pasó, la vejez le pasa su factura, la enfermedad lo corroe y su tiempo se acaba. La religión tampoco escapa a su irónica mirada y la centra en un curita inexperto que, contra viento y marea, quiere arrancarle a Kowalski una confesión por cumplir el deseo final de su fallecida esposa.
Hubo una época en que Hollywood se ocupaba del cine social y de los dramas cotidianos como forma de vida exportable. Luego los estudios se tornaron multinacionales y exportaron una idea de América como ideal de libertad y democracia, una idea de grandeza que inspiró el sueño americano que sin embargo fue falso y en ocasiones cargado de pesimismo. Clint Eastwood retoma el sentido de ese viejo cine y sus películas tienen una conexión muy intensa con la vida real. Por eso la presencia del Gran Torino adquiere un carácter casi humano al convertirse en auto-símbolo del último americano trabajador de una industria en decadencia.
Eastwood es un artista que no sólo escribe, dirige e interpreta sus propios filmes sino que compone su música. Es, por otra parte, un experto director de su propia actuación y un astuto manipulador de su propia presencia iconográfica, él sabe lo que el espectador quiere ver y se lo ofrece en cada surco de su rostro y en cada gesto de sus manos, como cuando simula disparar a los pandilleros con ellas. También sabe cómo utilizar a la perfección su lenguaje cinematográfico, a pesar de algunas fallas del guión y los no relevantes trabajos de un elenco bisoño, salvo la muy buena representación Ahney Her. En síntesis “Gran Torino” es una película brillante, sutil, con un final tan devastador como compasivo.***************** Beatriz Iacoviello
Gran Torino (EE.UU./2008, color; hablada en inglés y hmong). Dirección: Clint Eastwood. Con Clint Eastwood, Bee Vang, Ahney Her, Christopher Carley, Brian Haley. Guión: Nick Schenk, sobre una historia de Dave Johannson y Nick Schenk. Fotografía: Tom Stern. Música: Kyle Eastwood y Michael Stevens. Edición: Joel Cox y Gary D. Roach. Presentada por Warner. 116 minutos.
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